¿Qué es un aneurisma cerebral?
Es una dilatación en la pared de una arteria cerebral causada por una debilidad en la misma. Puede ser debida a algunas enfermedades congénitas, pero más frecuentemente al efecto sostenido en el tiempo de factores de riesgo que dañan la pared vascular, como el tabaquismo o la hipertensión arterial. Con el paso del tiempo, el aneurisma puede ir creciendo de tamaño, su pared se adelgaza y es más frágil, pudiendo finalmente romperse y causar una hemorragia cerebral.
Los aneurismas cerebrales son más comunes de lo que parece. Hasta un 2-4% de la población puede desarrollar uno en su vida. Sin embargo, el riesgo de ruptura es sensiblemente bajo, y se estima la incidencia anual de hemorragia en alrededor de 1/200 casos.
¿Cómo se diagnostica un aneurisma cerebral?
La gran mayoría de los aneurismas no rotos son asintomáticos, y se suelen diagnosticar cuando se realiza una prueba de imagen (por ejemplo, una resonancia magnética) por otra causa no relacionada. En este caso los consideramos hallazgos casuales (incidentales) y el dilema surge para establecer la decisión de su tratamiento u observación.
Cuando un aneurisma se rompe causa una hemorragia cerebral típica, que conocemos como hemorragia subaracnoidea. Los pacientes sufre una cefalea muy intensa, que suelen describir como la peor de su vida, acompañada habitualmente de náuseas y vómitos. En ocasiones la hemorragia es tan grave que hace entrar al paciente en coma. En estos casos, además del tratamiento general de la hemorragia, el aneurisma debe ocluirse, para evitar el elevado riesgo de un nuevo sangrado.
¿Cuál es el tratamiento de un aneurisma cerebral?
Los aneurismas cerebrales pueden tratase por medios endovasculares (embolización) o quirúrgicos (clipaje). Antes de proceder al tratamiento debe meditarse bien si el tratamiento es o no necesario, pues no todos los aneurismas lo precisan, y la indicación se realiza en dependencia de una serie de variables o factores de riesgo, entre los que hay que tener presentes la edad del enfermo, sus antecedentes, el tamaño y localización del aneurisma, su morfología, etc.
La decisión, por lo tanto, debe tomarse de forma individualizada. Cuando ambos tratamientos son factibles, suele darse preferencia a la embolización endovascular, por ser menos invasiva. Sin embargo, no todos los aneurismas pueden tratarse de esta forma y algunos precisan cirugía. De igual forma, la reapertura (recanalización) de un aneurisma previamente embolizado no es infrecuente (8-10% de los casos) y puede requerir ser intervenido para su resolución definitiva.